Occidente pudoroso

Durante la Segunda Guerra Mundial, el general MacArthur hizo una visita a sus tropas en Borneo. Para celebrarla, el gobernador de la zona montó una comitiva de recibimiento que incluía mujeres nativas saludando y vitoreando. Pero había un problema: las mujeres no vestían más que un collar y un cinturón –y no siempre– de cuero. Así que el ejemplar gobernador negoció con el jefe de la tribu una entrega de faldas y blusas. Llegado el día, las mujeres se pusieron las faldas, pero no las blusas porque –nadie les había preguntado– no les habían gustado. El apuradísimo gobernador renegoció con el jefe de la tribu. Sí, las mujeres se cubrirían los pechos durante el desfile. Así fue. Conforme avanzaba el ‘jeep’, las nativas se levantaron «graciosamente la parte delantera de la falda para taparse la cara con ella». Lo cuenta en ‘Mujeres que corren con los lobos’ Clarissa Pinkola, imaginándose las risas tras las telas. La historia me recuerda a la leyenda de Fraga y Cabanillas, cuando se bañaron en bolas y, al ver gente, el primero fue a taparse aquello y Cabanillas le corrigió «No, hombre. La cara». Porque, ¿qué es una teta –o pezón– sin la cara de su dueña o un paquete sin la de su portador? Un pecho anónimo, un pene sin más. Partes del cuerpo que se estudian en el colegio, sólo se nombran sin tapujos y sin pudor en algunas casas, se explotan por el lado contrario en el porno y cada uno, sin embargo, ve los suyos cada día. Los senos, nos recuerda Marilyn Yalom en ‘Historia del pecho’, se consideran de una forma u otra según la latitud del globo y el tiempo histórico desde el que se miren. Dicen más de quien mira que de quien enseña. Como un dime qué ves en una teta y te diré quién eres, «los niños pequeños ven comida; los médicos, enfermedades; los comerciantes, negocio». Añadan lo que consideren. En nuestro Occidente pudoroso –de puertas para afuera–, todo es escote hasta el pezón, que es lo que tapamos. Las mujeres, digo. No hay una palabra que designe el hecho de que un señor los muestre. El ‘top less’ es sólo femenino y es invento reciente. O no. Antes de las griegas no se cubrían. El sujetador se inventó a finales del siglo XIX. ¡Modernidades! Y encima su función no es disimular el pezón. Cuando a Pedro Sánchez se le nota el paquete y se comenta, el presidente públicamente ni opina. A lo mejor se ríe en privado, con los amigos, como las nativas de Borneo con MacArthur. Pero cuando a la ministra Ione Belarra se le notan dos centímetros cuadrados de carne estalla Twitter y se les nota a muchos la mala educación. Queda todo dicho sobre la diferencia de trato –y control– sobre el cuerpo del hombre y el de la mujer de algunos. Podemos seguir por el escote, el largo de la falda y continuar con el porno, la prostitución… Vaya tribu. Y no como la de Borneo. A los de ésta, la de la grosería y más, aunque se tapen enteros se les siguen notando las ‘vergüenzas’.

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