La Rubia, desde su concesionario, dirigía la mayor red de cocaína
La pequeña localidad toledana de Mora, con sus apenas 9.700 habitantes, era la guarida de C. C. G., de alrededor de 50 años, y al que todos los de su entorno en el mundo del hampa conocen como ‘la Rubia’, por el color de su pelo. Figura como el administrador de una empresa de compraventa de vehículos, pero la Policía Nacional, que está elaborando un informe patrimonial sobre sus bienes, la considera una tapadera para el blanqueo de capitales proveniente de la droga. Estuvo hace año y medio detenido, por hechos similares, y entró en prisión provisional; pero como su juicio no había salido, quedó en libertad a la espera de sentarse en el banquillo. Desde entonces y durante la pandemia y los meses posteriores, ha ido madejando una red de narcotráfico que, presuntamente, habría metido en diversas provincias españolas alrededor de una tonelada de droga. El Grupo XV de Policía Judicial, junto a agentes de Albacete, Ciudad Real y Jaén, han conseguido desbaratar el mayor alijo de cocaína desde 2019. Los intervinientes detuvieron a 38 personas de distintas nacionalidades, incluidos colombianos, dominicanos y españoles. Entre estos últimos, la Rubia, que es quinqui, y algunos clanes castellanomachegos que manejaban el negocio de los narcopisos, donde, finalmente, tras una sucesión de pasos, se dispensaban los gramos o micras de droga. Los 620 kilos decomisados en esta operación Ramo (el día antes de la primera fase de detenciones se deshicieron de 200 kilos más estos narcos) tienen un valor, en micras (dosis únicas), de 130 millones de euros. Una barbaridad de dinero y de sustancias estupefacientes quitadas del mercado. Las investigaciones comenzaron en febrero del año pasado. La banda era realmente una ‘UTE’ criminal, y esto es otro de los puntos que pone en valor el operativo policial: muy pocas veces se consigue desmadejar el entramado de importación de la droga, el de almacenamiento y distribución, y el de venta directa. Un ‘tres en uno’ que comenzó con la detección de cargamentos llegados a puertos españoles desde Guayaquil (Ecuador) y Costa Rica, supuestamente. Se trataba de contenedores con plátanos, que los receptadores trasladaban, primero, a un polígono industrial. Concretamente, a una empresa pantalla especializada en maduración de frutas. Lo que hacían allí era sacar los plátanos (que regalaban a los trabajadores del polígono) y trasladar las cajas a una nave de Getafe. Allí, sacaban finas planchas precintadas con droga, que estaban escondidas entre el cartón de las cajas. En ese laboratorio se procesaba y se hacían ‘melones’ (fardos de aproximadamente un kilo) o se dejaban en láminas. Esta fase es en la que participaba la rama dominaba de la red. De ahí, se distribuían de dos maneras: con coches ‘caleteados’ aparcados en la calle, como ‘guarderías’ o directamente eran recogidos y acababan en viviendas de seguridad. De ahí, la droga iba al grupo de Toledo, que la recogía en Madrid. En la localidad de Mora, el líder (junto a un grupo colombiano) se hacían con la droga. La Rubia tenía un conductor que semanalmente trasladaba el material a Albacete, Ciudad Real y Jaén. Y los clanes españoles los vendían en narcopisos. Un guardia civil detenido En la rama colombiana es donde estaba involucrado un guardia civil español pero de origen en aquel país iberoamericano. Estuvo en el Grupo de Reserva y Seguridad (GRS), los ‘antidisturbios’ del Instituto Armado, y hasta su detención trabajaba en vigilancia en la Academia de Oficiales, en Aranjuez. El 19 de noviembre, cayeron tres dominicanos y un español, los importadores. El 13 de diciembre les tocó a los otros 34 encartados, entre los que hay 27 españoles (nueve mujeres), de 54 y 17 años. El resto son venezolanos, colombianos, estadounidenses, marroquíes… En la operación han trabajado unos 50 investigadores, y también ha deparado sorpresas en el ‘modus vivendi’ de la Rubia y su mujer, venezolana, que se dedicaba a la contabilidad del entramado. El nivel de su día a día era tremendo. Pese a vivir en una vivienda humilde, el narco se puso toda la dentadura reluciente, por lo que también le llamaban Colmillo Blanco. Pero su patrimonio, bajo investigación, asciende a al menos 1,5 millones de euros. Con la tapadera de la empresa de compraventa de coches, tenía en la puerta de su casa vehículos como Un Audi RS Q3 (unos 100.000 euros), otro Audi RS Q7 (desde 125.000), un Range Rover, había comprado fincas en Mora. Está casado y tiene tres hijos.