Miedo y júbilo: China celebra su primer año nuevo lunar en tres años

Un hombre embutido en un traje de protección blanco, solo uno, aguarda paciente la llegada del tren. La singularidad de su indumentaria entre la muchedumbre de la estación de Hankou ilustra, íntimas fobias aparte, el radical reajuste que China ha consumado en las últimas semanas. Allí donde la pandemia importaba más que todo, ahora lo hace menos que nada. No hay sitio para el miedo, tampoco la prevención, en una sociedad que ansía vivir después de tres años sometida a la política de Covid-cero ; por más que el virus ya circule desbocado y, todavía, mortal. El calendario, oportuno, brinda una ocasión inmejorable. Este domingo comienza el Año Nuevo Lunar , la festividad más importante del calendario chino, que por primera vez desde el comienzo de la pandemia tendrá lugar sin restricción alguna. No obstante, su celebración amenaza con agravar la crisis sanitaria que azota al país, dispersando el patógeno hasta áreas rurales donde este podría multiplicar una desmedida cuenta de fallecimientos que el régimen trata de ocultar. Dicta la costumbre regresar a casa para dedicar estas fechas al reencuentro familiar. Así, cada Año Nuevo Lunar, «chunjie», trae su «chunyun», un frenesí de viajes que representa la mayor migración humana regular del mundo. En los cuarenta días del 7 de enero al 15 de febrero, el ministerio de Transportes calcula que los ciudadanos chinos realizarán por tierra, mar y aire un total de 2.100 millones de desplazamientos. La cuantía dobla los 1.050 del año pasado, pero solo supone un 73% de los casi 3.000 millones de 2019, referencia de la normalidad. En 2021, el porcentaje apenas alcanzó un 29%, y en 2022, un 35%. Tres años después El jolgorio encuentra su escenario más propicio en Wuhan. Farolillos rojos cuelgan por doquier, acompañados de ilustraciones de conejos, animal del año entrante, y la esporádica explosión de algún petardo. Un flujo abrumador de personas transita la amplia explanada de estilo soviético –reafirmación del linaje ideológico estatal– de la estación de tren de Hankou, la más cercana al centro; una enorme construcción que imita el Barroco europeo, cuyos muros ocres se extienden, macizos e interminables, desde un pórtico central rematado por dos torreones de tejado escarlata. Este lugar sustenta la red ferroviaria china, pues enlaza Pekín y Tianjin al norte con Cantón y Shenzhen al sur; y Chongqing y Chengdu al oeste con Shanghái y Hangzhou al este. Una lista que contiene las nueve mayores urbes del país , todas por encima de los diez millones de habitantes. Por eso, en la mañana del 23 de enero de 2020 el Gobierno chino tomó una medida entonces sin precedentes: aislar Wuhan. Por eso, y por los escasos quinientos metros que separan la estación del mercado de Huanan, donde un tiempo nuevo empezó. El nombre de Wu Han comparte transliteración con el de su ciudad de origen, a la que no ha vuelto desde aquellos primeros días. Tal día como hoy en 2020, esta profesora afincada en Pekín suspendió sus planes de ir durante las vacaciones, como acostumbraba a hacer, ante la expansión del recién descubierto coronavirus. Sobre todo porque estaba a punto de dar a luz a un bebé que en marzo llegó a un mundo asolado por la pandemia. «En años siguientes no he podido regresar porque la escuela en la que trabajo no nos permitía salir de Pekín», explica. Este impedimento, como todos los demás, ya no está en vigor, pero para ella llega demasiado tarde. «El principal motivo por el que me gustaba acudir de visita era para reencontrarme con mis abuelos, pero ellos fallecieron durante estos tres años». Le pesa no haber tenido la oportunidad de despedirse , también que no llegaran a conocer a su hijo. La festividad ha perdido cierto sentido para ella, admite, y se quedará en la capital. Muchos otros viajeros, en cambio, ya han llegado a su destino. En peligro La preocupación de las autoridades consiste en que esos cientos de millones de pasajeros aceleren la transmisión del virus desde las grandes ciudades, que ya han rebasado el pico de contagios, hacia las zonas rurales. Profundas desigualdades atraviesan China a consecuencia del vertiginoso desarrollo experimentado en décadas precedentes. En materia sanitaria, la diferencia resulta abismal: según datos recogidos por el ‘New York Times’, más allá de los límites urbanos apenas el 1% de los trabajadores médicos ha cursado estudios universitarios. Asimismo, en el campo hay en términos comparativos un mayor número de ancianos, el colectivo más vulnerable . El 83,4% de ellos padece enfermedades crónicas, otro factor de riesgo, de acuerdo a un informe del Centro de Investigación sobre el Envejecimiento en China. La tasa de vacunación, insuficiente entre la tercera edad a nivel nacional, tiene aún menos aceptación. El propio Xi Jinping expresó su inquietud este miércoles durante un discurso televisado, en el que por primera vez hizo referencia a la crisis sanitaria que el país enfrenta tras el colapso de la política de Covid-cero. «Lo que más me preocupa son las áreas rurales y los agricultores. Las instalaciones médicas son relativamente débiles, por lo que la prevención es complicada y la tarea ardua», apuntó. Sin embargo, el líder chino concluyó su intervención con una nota optimista, asegurando que «la luz está delante de nosotros». Otros no lo tienen tan claro. La firma británica Airfinity ha elevado sus estimaciones de muertes diarias de 25.000 a 36.000 a partir del 26 de enero a causa de los desplazamientos. Echando la vista atrás, Wu Han confiesa tener grabado en la memoria el SARS. Una pandemia global, también causada por un coronavirus, también con origen en China, que en 2002 dejó más de 700 muertos. «En la escuela nos medían la temperatura constantemente y las aulas se esterilizaban todos los días», rememora con desagrado. MÁS INFORMACIÓN noticia No Horóscopo chino 2023: ¿qué animal eres según tu fecha de nacimiento y qué te depara el año del conejo de agua? noticia No China pierde población por primera vez desde 1961 y ahonda su crisis demográfica Pesadillas parecidas persiguen ahora a su hijo, que pronto cumplirá tres años vividos por entero bajo la política de Covid-cero. «En muchas de las fotos que tenemos sale con mascarilla. Durante una temporada le daba miedo salir a jugar al exterior por el virus». «Por suerte ya se le ha pasado», añade con alivio. Pronto no será más que un recuerdo desvanecido y expulsado de la realidad, como los trajes de protección blancos. Pero aún no del todo.

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