Cómo Ana la de Tejas Verdes llegó a convertirse en símbolo de la resistencia polaca en la II Guerra Mundial

Cada año, miles de turistas japoneses recorren los más de diez mil kilómetros que les separan de la Isla del Príncipe Eduardo, en Canadá, atraídos por Cavendish, la pequeña localidad en la que se inspiró Lucy Maud Montgomery para crear Avonlea y su gran personaje, Ana la de Tejas Verdes en 1908 . Aunque llamativa, la fascinación nipona por la célebre pelirroja no es la única. De símbolo de la resistencia polaca durante la Segunda Guerra Mundial a pionera del empoderamiento femenino en nuestros días, la atracción que ejerce la personalidad única de la pequeña Shirley permanece intacta de generación en generación. El clásico fue un gran éxito desde el principio . En apenas cinco meses ya había vendido 19.000 ejemplares y llegó a reimprimirse diez veces ese año. Tan solo 11 después se rodó la primera película muda (1919) basada en el «personaje femenino más encantador creado desde la inmortal Alicia de Carroll», en palabras de Mark Twain. La serie ha sido adaptada también al teatro, a la radio y a la televisión, ha vendido más de 50 millones de copias y ha sido traducida a más de treinta idiomas. Todavía hoy cuenta con un fenómeno fan a prueba de cancelaciones. Prueba de ello es que las novedades editoriales en torno a su figura no han cesado tras el anuncio de la suspensión de las dos últimas temporadas de la serie de Netflix ‘Anne with an E’ , que volvió a catapultar su fama. Pero, ¿qué es lo que tiene esta proto Pipi Calzaslargas para resultar tan rabiosamente actual más de un siglo después de su publicación? «No ha cambiado tanto desde que se publicó por primera vez. El mundo de Ana está repleto de vida cotidiana: el hogar y el cariño, las flores y la naturaleza, la amabilidad y la tranquilidad, también las emociones tormentosas de niños y adultos», señala Kate Macdonald, nieta de Montgomery , en la edición revisada de la serie de Duomo ediciones que ha vendido más de 50.000 de ejemplares. «En su mundo hay tristeza y soledad, amor y aceptación. Todos estos temas continúan hoy y posiblemente son más importantes que nunca», explica Macdonald, que también ha publicado este año un libro de recetas basado en la obra de su abuela en la editorial Lunwerg. Noticias Relacionadas estandar Si Literatura del mundo: el mapa con el libro más icónico de cada país estandar Si Por qué leer ‘Tom Sawyer’ hoy: la vigencia del clásico en el que Twain captó el esplendor de la infancia Resiliencia A priori, Ana tiene todo en contra. Sus padres adoptivos, los hermanos Cuthbert, esperan un chico que les ayude en su granja, Tejas Verdes. Pese a ello, «se las ingenia para ganarse sus corazones y terminar el libro con un notable grado de aprobación social. No obstante, triunfa sin sacrificar su esencia: no tolera el insulto, se defiende, incluso saca a relucir su carácter y logra salir airosa. Rompe tabúes », resume Margaret Atwood en la versión íntegra ilustrada por Antonio Lorente recuperada por Edelvives. Las mil caras de Ana la de Tejas verdes Arriba, ilustración de Antonio Lorente de ‘Ana la de Tejas Verdes’ de Edelvives. A la izquierda, portada del libro de recetas inspirado en la serie de Montgomery escrito por su nieta, Kate MacDonald (Lunwerg). Derecha, primera adaptación cinematográfica de la obra en 1919 La escritora canadiense ha reconocido en numerosas ocasiones la influencia que ha tenido en ella este clásico. En el centenario de la obra, la autora de ‘El cuento de la criada’ confesaba que incluso había imaginado una secuela, ‘Anne Goes on the Town’ (Ana se va a la ciudad), en la que cae a los infiernos de la explotación sexual y es tratada brutalmente por sus clientes. Más allá de oscuras fantasías, la obra de Montgomery recoge según Atwood «el mito del huérfano que se impone contra viento y marea, la niña mágica que surge, da la impresión, de la nada —como el rey Arturo— y que demuestra poseer unas capacidades muy superiores a las de cualquiera a su alrededor». Desde una edad bien temprana captó esa fortaleza la ilustradora María Hesse , que acaba de publicar su visión del clásico con Alfaguara: «A mí me encantaba porque era un personaje extraño. Siempre tan soñadora, siempre tan en su mundo. Yo de pequeña era muy así. En el colegio no lo pasé muy bien y Ana fue un personaje que me dio mucho refugio ». Símbolo de la resistencia en la II Guerra Mundial Esa sensación de amparo ha envuelto su lectura desde sus inicios. La primera edición de la novela llegó a Polonia apenas seis meses después de su publicación en Canadá, y entre 1919 y 1939 se volvió a imprimir hasta en siete ocasiones. Su lectura fue prohibida durante parte de la ocupación del país por parte de nazis y soviéticos porque Ana encarnaba la individualidad, la lealtad a la familia y la renuencia a la autoridad. Pese a ello, la resistencia polaca   distribuía durante la contienda traducciones no oficiales entre sus soldados para recordarles los valores por los que luchaban, como «el amor, el hogar y la familia» según recoge la cadena pública canadiense CBC. La clandestinidad también marca sus inicios en Japón. Tras la matanza de Pearl Harbour en la Segunda Guerra Mundial, los religiosos canadienses fueron expulsados y toda la literatura occidental, prohibida. Pero Hanako Muraoka, fascinada por la historia de Montgomery que había llegado a sus manos a través de una misionera, decidió traducirla al idioma nipón a pesar de que su vida corría serio peligro si la pillaban. Gracias a su coraje, Ana proporcionó un escape emocional a los niños que quedaron huérfanos en la contienda y su lectura fue declarada obligatoria en las escuelas públicas en 1952. La pequeña Shirley tuvo otro gran impacto en el país del sol naciente que después se expandió por todo el mundo: Inspiró a las mujeres japonesas a rechazar los roles tradicionales de género . Rabiosamente independiente, cultiva la autonomía y consigue transformarse en cisne a través del trabajo duro. Si a ello sumamos su contagiosa alegría de vivir y su voluntad de conseguir ser querida, se entiende por qué el personaje sigue conquistando con tanta fuerza cuando las cosas se ponen difíciles, más allá de edades y de épocas. Tal y como recoge Atwood, «Ana es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia: no nos dice la verdad sobre la vida, sino la verdad sobre el cumplimiento de los deseos».

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